" ES MEJOR ENCENDER UNA VELA QUE MALDECIR LA OSCURIDAD."

jueves, 24 de junio de 2010

El Jardín de mi Madre



Arrinconado en una esquina del balcón,

está el jardín sin flores,

entre las inmensas hojas de la albahaca resucita,

está su asombrosa paciencia, (que no entiendo).

Atesorada detrás del orégano,

está su fuerza,

ocupa como ingrediente principal, y ni lo sabe.

Inconforme con mi manera, (rebelde me dice de chiquita),

están sus quejas,

pegaditas a las espinas del cactus camaleón.

Cerquita de la salvia,

está la inventiva de lo creativa,

Se las da de electricista, carpintera, costurera, (y sepa usted que más).

Desarma por doquier,

la mayoría resuelve… eventualmente,

de las restantes ni se acuerda, y ahí quedan.

Está la jefa, la mala madre,

la que compensa con historias todo día,

porque hasta por los codos habla la nena, (así la llaman de pequeña),

absorbe la información donde la encuentra.

Está el tallo de la rosa que ya brota,

aquella se la doné en su día,

la nena que todo aprovecha,

la dejó en su esquina milagrosa cuando sentía que moría.

Ando yo por ahí jugando a las escondidas,

coincidiendo entre la lluvia y la estela solar.

Entre el perfume del rocío la sorprendo hoy por sus sesenta y un años de vida.

La jardinera me obsequia hasta la esperanza que deja la tierra de hoja, (como siempre),

porque fui yo el mejor regalo demorado y adelantado,

la que cumplirá el día siguiente,

veintiséis años de hija.


Te quiero toda la vida mamá.

miércoles, 16 de junio de 2010

De paso por Tigre



Fue el 6 de Marzo de este año, lo recuerdo porque el lunes de esa semana conocí a Ale. El día anterior tenía decidido ir a La Plata, pero como el cambio de intereses y opiniones no es raro en mí, decidí pegarme un viajecito flash a Tigre. Desde Hi Recoleta caminé hasta la estación de tren unas cuadras mas abajo con mis chalitas negras puestas y mi trapito Hindú multifuncional de colores como vestido que había comprado hace poco en Kali Ma, una bellísima tienda India en Thames 1889, Palermo Soho donde llegué por casualidad. Con ticket en mano, la cámara (infaltable) dentro de mi bolso, y sin un plan en la agenda subí al tren y en 45 minutos llegué a mi destino.

Llegué a un pueblito pintoresco con un canal al costado izquierdo y una rotonda en frente. Sin saber a donde ir pregunté por un centro turístico. Seguí el camino que me guiaba el agua (como siempre) y estuve a punto de embarcarme en un paseíto turístico poco llamativo. En cambio decidí conocer el lugar por las mías.


Era cerca del mediodía, con el sol candente en mi espalda iba sacando fotos como China, como Macarena me apodó cuando fuimos juntas a Machu Picchu hace cuatro años. Entre foto y foto llegué sin querer a la entrada de un parque de diversiones. Que sabía yo ya me habían localizado, justo después de tomar la fotografía que está más abajo, doy vuelta la mirada a la derecha y veo un tipo flaco moreno con cara de “tengo un plan para vos” que se dirige directo a mi y hablándome desde de cinco metros de distancia. Me quedé parada donde mismo por curiosidad para saber que quería. Llegó a mí finalmente ofreciéndome un tour espectacular según describía, yo pensaba, bueno este me quiere vender la pomada como decimos acá pero bueno que más da, no tengo nada mejor que hacer, entonces le seguí hasta su puesto, el cual quedaba en la dirección de donde lo vi venir. Entre piropos y una sonrisa simpática me explicaba que el tour es generalmente para grupos, me describió todo el trayecto en mapas y me mostraba imágenes de los recorridos. Cuando se dio cuenta de mi cara de “no tengo ni uno en el bolsillo” me dijo algo parecido a esto “hagamos una cosa, déjame conseguir a un grupo en la próxima llegada del tren (trencito que llega justo al frente de la feria artesanal donde se encuentra el puesto), si consigo vender te sumas como invitada, sino, te invito a almorzar.” Por dentro y por fuera me reía de la situación y de su intención. El paseíto en lancha que el describía era increíble, nada parecido a lo que había rechazado anteriormente en el centro turístico, y por última instancia si no funcionaba ganaría una agradable compañía y un necesario almuerzo según mi estomago en ese momento, ¡Ja!. Y por supuesto como creo ser asertiva cuando se trata de auras desconocidas no lo pensé mucho más y acepté la propuesta.

Luego de conversar un rato y después de asegurarse de que no estuviese casada llegó un tren con turistas a interrumpir. Mientras yo miraba desinteresadamente la artesanía de la feria del lugar (nada comparada a la del Bolsón a tres horas de Bariloche donde conocí a Dewinson, Colombiano de rastas que participaba en la feria), él trataba de conseguir pasajeros. Me di cuenta que fue en vano el esfuerzo, nadie enganchó. Bueno ellos no, pero yo sí. Cerró el puesto y nos dirigimos a su auto seguidamente para alimentar esta historia. En su auto tenia fotos de unos niños, eran sus hijos, me contaba de ellos y continuaba también relatando como antes trabajaba en una oficina todos los días encerrado enviando correos electrónicos y trabajando para el resto. “Ahora hago lo que quiero, lo que me hace feliz, después de tantos años me di cuenta que quiero vivir acompañado de la naturaleza. No te imaginas las experiencias vividas, y ahora soy mas encima mi propio jefe”doy vuelta la mirada a la derecha y veo un tipo flaco moreno con cara de “tengo un plan para vos” que se dirige directo a mi y hablándome desde de diez metros de distancia. Me quedé parada donde mismo por curiosidad para saber que quería. Llegó a mí finalmente ofreciéndome un tour espectacular según describía, yo pensaba, bueno este me quiere vender la pomada como decimos acá pero bueno que más da, no tengo nada mejor que hacer, entonces le seguí hasta su puesto, el cual quedaba en la dirección de donde lo vi venir. Entre piropos y una sonrisa simpática me explicaba que el tour es generalmente para grupos, me describió todo el trayecto en mapas y me mostraba imágenes de los recorridos. Cuando se dio cuenta de mi cara de “no tengo ni uno en el bolsillo” me dijo algo parecido a esto “hagamos una cosa, déjame conseguir a un grupo en la próxima llegada del tren (trencito que llega justo al frente de la feria artesanal donde se encuentra el puesto), si consigo vender te sumas como invitada, sino, te invito a almorzar.” Por dentro y por fuera me reía de la situación y de su intención. El paseíto en lancha que el describía era increíble, nada parecido a lo que había rechazado anteriormente en el centro turístico, y por última instancia si no funcionaba ganaría una agradable compañía y un necesario almuerzo según mi estomago en ese momento, ¡Ja!. Y por supuesto como creo ser asertiva cuando se trata de auras desconocidas no lo pensé mucho más y acepté la propuesta.

Después de una parada para conseguir agua llegamos a un modesto puerto donde se veían medios de transporte acuáticos motorizados, todos apilados en estacionamiento vertical y horizontal (no tengo idea de cómo se llama ese lugar). Ese era uno de tantos lugares donde los dueños guardaban sus lanchitas y botecitos inflables, eso me decía él. En fin, al llegar ahí le pregunte “¿no íbamos a almorzar?,” “si” me respondió, “necesitamos llegar al lugar por agua.” “Ah ok” le dije, pero pensando en realidad “Bacán, voy a tener mi paseíto en barquito al final” ¡Ja! Fui al baño a ajustarme el vestidito y terminé reacomodando el diseño y colorido del mismo. Volví un buen rato después por la dificultad del proceso de la vestimenta. Me ayudó a subir al bote inflables y partimos cómodamente por los brazos de Tigre. Se sentía exquisito el aire rozando mi cara, y las olas picando el camino se veían hermosas porque les chocaban los rayos del sol.

Fernando me explicó que en Tigre la mayoría de las personas vivían en islotes, que no existían las calles sino los canales, que la gente no tenía autos sino lanchas para llegar a lugares y para ofrecer como negocio su mercancía, fuese leña o alimento por ejemplo. Entonces entendí un poco el estilo de vida, “fascinante” pensé. Continuó comentando mientras veía pasar las lanchas y los yatecitos poco modestos. Me hablaba del agua, de cómo su arcilla, la cual le daba ese color terracota no muy confiable para sumergirse, era la más limpia científicamente, (bueno, si ya le había creído el resto ¿porque no seguir confiando?), “será,” pensaba.

Antes o después me había contado de innumerables nacionalidad con las que se había cruzado trabajando con su equipo, me describía escenarios románticos de parejas a la luz de la luna; ocasiones divertidas donde extranjeros no aguantaban más la gota gorda de sudor y a pesar de la desconfianza que provocaba el fondo del río, se zumbaban en cueros a la humedad a falta de traje de baño. Fernando así lo promocionaba de todas formas, incitaba a la gente a bañarse sea como sea. Ahora que me acuerdo, también me contó de dos almas curiosas y desconocidas que se encontraron en el mismo tour, y no sé que tendrán esas aguas que te llaman lujuriosa, los invitó a los dos a masajear sus espaldas, sentir mutuamente sus cuerpos mojados, deseosos por cariños y aún más todavía. Poco les importó Fernando que tuvo que dar vuelta la mirada pero no la oreja. ¡Me reí de una manera! Fernando empatizaba mi humor, “he pasado por cada cosa,” “No te imaginas como mantuve de contento a mi vecino un día cuando a tres Francesas se les ocurrió darse una sesión de solarium al desnudo sobre la grama del lugar donde vamos a llegar “! Gracias Fernando ¡” me gritaba con alegría.” Yo continuaba riendo, me deleitaba de escuchar tanta espontaneidad.

De paso por Tigre (continuación)

Llegamos al pequeño muelle privado, en el fondo de un caminito nos aguardaba el almuerzo. Ahí estaba la casa que le pertenecía y ocupaba su grupo de trabajo. Subimos unas escaleras para llegar a la puerta y sacó la llave que tenía escondida. La abrió y me ofreció Carménère inmediatamente para acompañar el lomo liso a la plancha que sazonaría en un momento. Me paseaba observando de a poco el hogar, nada me llamó más la atención que la terraza que estaba en la parte del frente por donde pasamos antes de entrar. La vista era genial, la claridad era perfecta para tener un libro en mano, los verdes tangibles adornaban el ambiente de manera que cualquier protector de pantalla envidiaría; se respiraba ese aire fresco que al cerrar los ojos te recordaba el edén natural donde te sentías flotar; y menos mal, con una copa amiga en la mano que me acompañaba durante la inimaginable realidad que antes se hallaba como una fantasía encerrada en la rutina del concreto.

Sobre la mesa aledaña no le costaba hacerse notar este “pequeño” de verde, y yo como buena China, le saqué la foto. Sonó el celular de Fernando, mientras el se distraía mis ojos se llenaban de deseo, observaba esa agua seductora, la condenada me quería persuadir. La observé y la observé largo rato, hasta que hipnotizada bajé las escaleras de la plataforma lentamente, caminé decidida por la ruta de tierra hasta llegar a la baranda. Me quité las chalitas para sentir el suelo, tengo esa manía de sacarme el calzado en cualquier lugar. Humedecí mis labios con mi lengua mora mientras abrazaba mi cintura con el brazo izquierdo, a media hasta el derecho, y mi copa en mano de la misma forma que hace un momento atrás. Fueron treinta segundos, puede que hasta menos. Sin mirar atrás abandoné mi tinto delicadamente sobre el muelle, desamarré el nudo que abrazaba un lado de mi cadera, y como cualquier ser humano tentado por otro, tiré del lazo que me apretaba sobre la línea de los senos, y sin más… la seda se dejó caer. Bajé mis bragas hasta el suelo también, y el cabello, por supuesto lo solté. Y como no soy muy apegada a las reglas, descendí paso a paso los escalones de madera con la libertad pura envolviendo mi cuerpo, y finalmente al agua me entregué. Lo siento, de eso no tengo fotos.

No conseguía sacarme la sonrisa de la cara, la felicidad era absolutamente plena, viva. Me sentía como puerco en barro, mi única incertidumbre era no poder ver el fondo, o mis pies. A lo alto lo vi llegar, estaba parado justo al lado de mi ropa y recuerdo exactamente lo primero que me dijo, “me perdí la mejor parte.” ¡Ja! Me reía mientras él observaba como los rayos del sol penetraban el agua transparentando mis recovecos. No recuerdo que más hablamos en ese periodo entre que se asomó y cuando se metió al agua a acompañarme un rato, muy caballeroso de su parte el haberse dejado la ropa interior puesta. Él tampoco podía sacarse la sonrisa de la cara en ese momento. Yo rodeaba a nado el lugar y cuando me cansaba me sostenía del mango del bote inflable en el que navegamos. Comentamos la agradable temperatura, él me reiteraba cuan hermosa me veía, y también me confirmaba que no había nada extraño en el agua que me mordiera el dedo gordo del pie. Fernando me acompañó para luego retirarse unos quince minutos después. Le dije que me quedaría un rato más chapoteando y salpicando en mi alrededor.

Volvió con una toalla en la mano. El bajón entró y sentía fría la piel, antes que le dijera que se diera vuelta ya lo había hecho, para dejarme vestir. Un par de veces preguntó si estaba lista, no me había entonces acostumbrado a armar ese trajecito con tanta rapidez. Subí la mirada y me di cuenta que me veía…pero ya estaba vestida. Volví a recoger mi copa y fuimos a comer. Nos sentamos en la terraza, mi cabello húmedo sobre mis hombros en caída libre y la pintura de ojos corrida cuando masticaba un bocado. Él me miraba y me decía “Sos muy sexy,” y yo sonreía y me reía de él. Conversamos aún más de la vida, de asuntos relacionados al amor, de los hijos y la independencia. Otra de las cosas que llamó mi atención fue cuando me contó que conoció un hombre que viajaba con su familia, ellos acostumbrados a las comodidades estaban sufriendo por los mosquitos y el calor sofocante, quejándose por volver. El señor tomando vino barato y recostado en su mejor relajo le dijo a Fernando “Existen dos tipos de personas, las que disfrutan de la vida y las que no.” Creo que esa vez, también sonreí, me gusta ser amiga de la alegría.

Si mal no recuerdo nos tomamos toda la botella y me ofreció abrir otra. ¡Ja¡ olvídalo pensaba, pero expresé cortesía al decir “no gracias.” Él no pudo terminar la carne, en cambio mi plato quedó vacío, si tengo alguna debilidad, es por la comida. “Quiero darte un beso,” me confesó lo que veía venir, cuando se lo negué me dio a entender que si no se lo daba con sinceridad no sería tan bueno como lo esperaría. Aún así no quería desistir, me negué un par de veces más. Entonces como dejándome degustar de un producto que promocionaba, me besó la mano de manera susceptible para mis sentidos. Nuevamente me negué, no es lo que andaba buscando, lo que quería, ya lo tenía. Él en su intento de presuntuosa conquista me dijo “no sabés lo que te estas perdiendo, después te puedes arrepentir.” Yo sabía que aparte de no sentir curiosidad alguna, si llegaba a acceder al mínimo roce, arruinaría la magia entera de uno de los días más próximos a la perfección de entre varios ya vividos. Entonces sin compasión alguna y de manera más bien burlesca, por darme cuenta de la vena hinchada que tenía su cuello, me negué por última vez y definitiva.

Le pregunté si se sentía decepcionado. En su
elocuencia de basto camino recorrido me respondió que a pesar de no obtener todo lo que hubiese querido, no se arrepentía de haber regresado a abrir su puesto en la feria cuando ya estaba listo para irse a casa y dar por terminado el día. Al verme desde lejos media perdida, y justo antes de dar un paso para cruzar la calle que separaba de aquel parque, decidió darle un vuelco a su envidiable rutina. ¡No puede ser! no lo podía creer, me dejó una expresión de asombro que hubiese pagado por ver. Me sentí como una presa, no tenía la menor idea de la picardía, pero me encantó, le aplaudí la jugada. El coraje es una de las mejores virtudes que considero pueda existir.

Se hacia tarde, aunque no quería que terminara el día, el sol anunciaba la retirada bajo sombras y brisa templada. Dejamos todo tal cual lo encontramos y partimos nuestro viaje de vuelta, y yo obviamente con mi cámara aproveche de sacar las últimas fotitos en las que lo incluí a él como muestra de agradecimiento. Me dejó su correo electrónico y una invitación para volver el día siguiente. No podía, tenía que volver a mi punto de origen, y la verdad tampoco quería. Fue una de esas veces que quieres que quede intacta en la memoria, y si por ambicioso lo continúas, como la secuela de una buena película, es posible arruinar. Así como está se quedará, intacto como un cuadro pintado en el recuerdo. Me dejó en la estación de tren, me despedí con un abrazo, y partí.

No he vuelto a saber de Fernando, no le he escrito, me pregunto que aventuras ha atesorado durante este tiempo, tengo curiosidad por saber que me podría relatar. Espero que sepa que aunque no le escribo estaré eternamente agradecida por haber hecho de mi paso por Tigre un episodio notable. La próxima vez que me pegue un viajecito a maravillosa Argentina llena de sorpresas, haré la vertiginosa visita que quedó pendiente a… La Plata.




Vi este video el fin de semana y lo encontré fabuloso, terminaré con algo de música porque me encanta. Quiero pensar también que me viene como anillo al dedo el temita. Miren el minuto 2.37 ese pasito pa´ tras me gustó, está re bueno ¡Ja¡


sábado, 5 de junio de 2010

Tres minutos en desnudez



Psst… oiga sujeto, le vengo a detallar algo que quedó en el aire, algo que usted no sabe. Una confesión de segundas intenciones, porque este es nuestro hogar de la verdad. No se apure en leer, mire que mientras mas lento saborea estas líneas, más seducirán. Yo soy la que se tiene que apresurar, porque si me pillan puede que ni le alcance a contar.

Bueno, aquí va. Todo lo que han indagado, lo que han cuestionado, las palabras de astuta y densa selva de análisis que ha sinaptado un bien intencionado cableado, ha sido faena de estas dos…y de yo. Una que es la más traviesa, y la otra que se piensa perfecta. ¿Sabe para que? pa´ que caiga en la trampa, en las redes de la Chica Sirena. Así que por su bien, no la escuche cantar, que su melodía es atrayente, peligrosa y hasta mortal. Es un embrujo de artista sumergida en océanos encantados. Recuerde, sólo los de su género la pueden escuchar.
Súper Anjo le quiere proteger, por eso tiene la palabra precisa, la mirada tierna, la sonrisa correcta. Un halo que ocupa de pulsera, un par de alas blancas que le visten el cuerpo y le hacen juego con el tacto de seda de la yema de sus dedos. Yo, soy una combinación parecida, estoy cerca del fortuito, de la aventura sin destino. Como ya le dije, ocupo de brújula al viento, a la brisa, al aliento… para guiar un rumbo incierto. Las tres nos amamos, aunque a veces tenemos conflictos breves, como por ejemplo: no querer compartirlo a usted, sujeto.


Hoy nos pusimos de acuerdo, por acontecimiento de festejo. Queremos hacerle una invitación inspirada en su energía color argenta. Créame que es tan sincera como yo, que trato de sacar lo bueno de las otras dos. Una recatada y otra desbandada, pero ilusas las tontas de todas formas, porque piensan siempre les va a resultar todo tal cual planeado. Yo me encargo de aferrarlas a tierra, una rescato desde las profundidades y a otra jalo desde los aires. El convite ha fluido de la muñeca y corazón de Súper Anjo, de la lujuria incontenida de ella, Chica Sirena, y por supuesto, de mi aprobación. Queremos invitarle a pasear un sendero, pero ese con colores naturales y verdaderos en forma de fuegos pirotécnicos, y a pleno día por supuesto. Y no se vaya a preocupar entre el espacio y el tiempo que no hay afán de aferro. Acostumbramos a viajar solas para comentar en secreto nuestros affaires de vidas pasajeras.

Doy por advertido señor. Ampararé a Súper Anjo, a quien usted ha cautivado con su fotografía de querer desinteresado (sabe de cuál le hablo). A su vez, esa obstinada le protege sujeto, de ella, Chica Sirena que le interesó el retrato donde oculta su mirada. Goza, no se agota del misterio, una razón más para catar lo inalcanzable (insinuó la escurridiza alguna vez). Sumo yo, por supuesto (que sin yo, no existen ni ella ni la otra, y viceversa), que me quedo con su melena de cables y su error de cálculo. Ya sabe, eso de sus conjeturas.




Además de haberle regalado previamente un ángulo tornasol a su vista (porque usted sabe ya no será igual que antes la sensación de su paso por este lar), le obsequiamos también, un tesoro caído en edades ancestrales desde el paraíso, y recuperado desde las honduras de los siete mares… especialmente para usted. La balada más romántica de la existencia.



Feliz Cumpleaños, suje-to.


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