
está el jardín sin flores,
entre las inmensas hojas de la albahaca resucita,
está su asombrosa paciencia, (que no entiendo).
Atesorada detrás del orégano,
está su fuerza,
ocupa como ingrediente principal, y ni lo sabe.
Inconforme con mi manera, (rebelde me dice de chiquita),
están sus quejas,
pegaditas a las espinas del cactus camaleón.
Cerquita de la salvia,
está la inventiva de lo creativa,
Se las da de electricista, carpintera, costurera, (y sepa usted que más).
Desarma por doquier,
la mayoría resuelve… eventualmente,
de las restantes ni se acuerda, y ahí quedan.
Está la jefa, la mala madre,
la que compensa con historias todo día,
porque hasta por los codos habla la nena, (así la llaman de pequeña),
absorbe la información donde la encuentra.
Está el tallo de la rosa que ya brota,
aquella se la doné en su día,
la nena que todo aprovecha,
la dejó en su esquina milagrosa cuando sentía que moría.
Ando yo por ahí jugando a las escondidas,
coincidiendo entre la lluvia y la estela solar.
Entre el perfume del rocío la sorprendo hoy por sus sesenta y un años de vida.
La jardinera me obsequia hasta la esperanza que deja la tierra de hoja, (como siempre),
porque fui yo el mejor regalo demorado y adelantado,
la que cumplirá el día siguiente,
veintiséis años de hija.

Súper Anjo le quiere proteger, por eso tiene la palabra precisa, la mirada tierna, la sonrisa correcta. Un halo que ocupa de pulsera, un par de alas blancas que le visten el cuerpo y le hacen juego con el tacto de seda de la yema de sus dedos. Yo, soy una combinación parecida, estoy cerca del fortuito, de la aventura sin destino. Como ya le dije, ocupo de brújula al viento, a la brisa, al aliento… para guiar un rumbo incierto. Las tres nos amamos, aunque a veces tenemos conflictos breves, como por ejemplo: no querer compartirlo a usted, sujeto.
Además de haberle regalado previamente un ángulo tornasol a su vista (porque usted sabe ya no será