" ES MEJOR ENCENDER UNA VELA QUE MALDECIR LA OSCURIDAD."

domingo, 8 de agosto de 2010

Mi nuevo número favorito


La suerte me acompaña, eso me acaba de recordar el dos, el último de mi cartón de dieciséis números. Me siento como la mierda. A mi garganta le falta aire y me pica también, una de mis fosas nasales está completamente bloqueada, mis globos oculares me pesan, mi espina se queja, y hasta las palmas de las manos me duelen.

Es muy difícil describir un malestar físico, tienes que vivirlo para entender la sensación. Como también la salud, no puedes describir con exactitud lo que significa el bienestar, de la misma forma que no puedes describir las emociones, los aromas, los colores, y todo lo asimilable por el cuerpo y la mente humana. A menos que seas humano también, y hayas vivido, y hayas disfrutado, y hayas sufrido. Sin embargo, es cierto también que este es el mundo de los vivos, el olvido es recurrente, y la empatía es más bien escasa. Al igual que la belleza mencionada anteriormente, estos también son atributos humanos, y poco saludables.

La tos no me deja de fastidiar, y mi faringe está dispuesta a lanzar llamas. Este es uno de esos momentos en los que tengo que admitir una necesidad. La necesidad de otro a mi lado, que me abrace mientras el cuerpo se siente miserable, mientras la mente quiere morir un instante antes que decida explotar. Al otro que bese los parpados pálidos, las huesudas mejillas, la boca partida sin importarle lo terrible que se vean, o acaricie el cabello a pesar de que esté grasiento. Al otro que me sirva, que me abrigue, que me cante si es necesario para querer confortarme.

Me siento como cuando escuchas “me voy a morir,” y tengo solamente a la almohada al lado para apoyarme, un par de manos torpes y débiles para darme de beber, un cuerpo que sufre al levantarse, y otro par de extremidades que llevan a unos pies con talones de Aquiles que no resisten. El malestar me recuerda cruelmente una de las desventajas de ser sola.

Gané una botella de vino espumante, de esas que se toman de a dos para celebrar la salud, y el verdadero, incondicional, y sincero amor.

Tengo apetito, y como dicen por ahí “enfermo que come no muere.” Pero voy dando vueltas de un lado a otro, otra vez sin poder levantarme de cama, ¿cómo hago para alimentar un cuerpo siendo que apenas puedo pestañear? Las cosas que hace la supervivencia señores, así que adopto este otro de boca en boca que “lo que no mata, más fuerte te hace.”

Si algo puedo sacar de esta desgraciada situación, es fuerza por supervivencia, (total, no ha sido la primera vez); y sabiduría, que los fármacos no son la cura, sino el amor, el verdadero, incondicional, y sincero amor. Que cuando está se hace notar y cuando no, también.


“No hay nada más sincero que la necesidad.”

2 comentarios:

Darío dijo...

El amor es la cura de la propia enfermedad que provoca. No hay mejor paracetamol que una caricia, o mejor intravenosa que un beso bien dado.
Nomás que a veces el amor se viene como un viento del sur que se cuela en nuestro cuerpo y en nuestra alma, y nos enferma. Se viene como un virus impertinente. Aunque si somos capaces de ver, la cura está a la vuelta de la esquina.
En tu caso, la descripción de tu enfermedad es casi kafkiana, te puedo asegurar que conmueve.
Besos besos...

STAROSTA dijo...

HOLA BABY VIRUS!!!!

Y que mas digo?????

El amor es como los mocos: Sale de adentro de ti y es pegajoso!!!!!

JAJAJAJA

mejorese pronto chica!!!!!

Chupate unas pastillas de vita-c

Y para la garganta: Un aguardiente con limon en ayunas!!!!

UN BESO ANTISEPTICO
STAROSTA
(UN PRODUCTO DE TU IMAGINACION)

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