" ES MEJOR ENCENDER UNA VELA QUE MALDECIR LA OSCURIDAD."

jueves, 9 de agosto de 2012

Mi constante de fidelidad

                                                               Un Instante

                                                                   - 1 -

Mi buen amigo me alargó la cuartilla mecanografiada, con cierta timidez que adiviné en su gesto un tanto brusco y, disimulando su actitud expectante, esperó que leyese aquellas líneas en que había vaciado sus sentimientos, dolorosos y secretos, en que abría su alma en perspectivas que yo no sospechaba.

“No está tan mal,” le manifesté sin gran convicción, quizá con algo de crueldad, pues todo su ser traslucía el deseo de escuchar una palabra grata que le arrebatara su timidez y le permitiera una sonrisa confiada.


“No está mal,” repetí, “Déjame guardarla para releerla más tarde, con calma.”

Se alejó haciendo ademán vago con sus manos de dedos largos y nerviosos, acompasando el movimiento de sus brazos a sus pasos lentos y a su espalda ligeramente inclinada. Me infundió una sensación de indefinible tristeza y compasión, pues sabía que sufría y no estaba al alcance de mi amistad aliviar sus pesares.

Cerré mi puerta sin ruido y, en mi cómodo rincón, volví a recorrer con los ojos el ensayo, que vertió en mi materialismo un hálito de indefinible angustia, que no intento describir pues sería incapaz de lograrlo. A ustedes, lectores, les dejo esa tarea. El autor ha desgranado entre versos libres --humilde confesión, tal vez-- las glosas que sus inquietudes le han hecho verter en su “Instante”:

“Hoy la he visto,
otra vez,
al pasar,
como al descuido.
Ella me ha mirado,
sin ver,
sin una sonrisa,
sin un ademán.”

Cuando la divisé venir en medio de la multitud, la calle pareció quedar vacía de todo cuanto la colmaba. Hombres, mujeres, niños, vehículos, anuncios luminosos, quedaron velados en una bruma irreal. Sólo se destacaba, nítida, su figura alta, delgada, de elegantes movimientos y de cuyos ojos emanaba una frialdad insólita que me sobrecogió. Nada contenía de la dulzura que le conocí un día largo




- 2 -

de amor y de ilusión, en que compartimos el camino de los años nuevos, simples, porque la felicidad es simple y no anidan en los corazones complejos de mañanas inciertos.
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Azar, fuerza natural e infinita que rueda en dirección al objeto imprevisto. Relaja el hilo que resiste la nube de flechas de expansión y alcance geométrico. Su mano estirada hacia mi asiento me ha invitado a bailar un desacertado número de veces -si es que pretendiese contar.- Hemos sido río sorteando piedras y rocas. Revolcando miradas que asientan gestos, y afirman lecciones. Nos miramos para resaltar detalles de alcance que tradicionalmente ignoramos. Nos miramos como si el fin arrasase al perder una indicación cardinal. Nos miramos para aconsejarnos con nuestro lenguaje de labios cerrados. Nos miramos con la atención que le presta el oído al secreto. Nos miramos con la variación de su constante fidelidad. Nos miramos como si estuviésemos continuamente enamorados, ó como dos personas con la misma paciencia. La persuasión de una serpiente no es competencia para una faz simplemente sincera, ni tampoco para quién estime contemplarla.

Me la ha entregado de raíz y de pétalos, como si fuese agua entre los dedos: “siémbrala, dale de beber, y da la vuelta para nunca mas verla.” Así son sus regalos, crueles y hermosos. Idénticos al dolor que me causaría si nunca hubiese sabido lo que es sufrir. Pero me enamora, a pesar de su justa severidad. Cuando menos espero por él, está su gesto contagioso de ojos blando y boca lozana. Me arrodillo para conceder obediencia. De la misma forma en que sostengo, az-zahr corre de entre mis dedos. Ya que es cierto no es mía sino para mí. Idéntico a absolutamente todo.

Saltó a la vista de entre ripios de papeles empolvados. Una sola hoja doblada en cuatro partes. Perforada de dos agujeros a un extremo. Áurea, impresión perdida de alguna maquina de escribir sin dueño -se lee con ternura el desnivel de sus letras (sonrío).- Sentí su final muy familiar. Hábil y asesino, conforme a la fortuna de la casualidad rutinariamente menospreciada e impermeable al paso del tiempo “…porque la felicidad es simple y no anidan en los corazones complejos de mañanas inciertos.”

¿Puedes reconocer la vida entera …la vida entera, en dos minutos de melodía?... Yo me enamoro sin más cada vez que la escucho.


3 comentarios:

La sonrisa de Hiperion dijo...

De nuevo por tu casa, disfrutando de la cosillas que nos dejas. Siempre un placer.

Saludos y un abrazo.

Recomenzar dijo...

me encanta haberte descubierto Escribes maravillosamente

Anónimo dijo...

¡Tururú... lalalá!

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